Suisen, el gato de Gorô by Aki Shimazaki

Suisen, el gato de Gorô by Aki Shimazaki

autor:Aki Shimazaki [Shimazaki, Aki]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2016-01-01T00:00:00+00:00


Son las ocho y cuarto de la mañana. Somos cuatro en la sala de reuniones: mi madrastra, mi media hermana y su marido, y yo.

Una joven empleada, cuyo nombre desconozco, me trae un café cargado y tazas de té para los demás. Mi madrastra me sonríe.

—Gorô, llevas la corbata que te regalé cuando cumpliste los cuarenta. El violeta pálido te queda muy bien.

—Gracias. Me alegra que te hayas fijado.

Aï hace un comentario:

—Ese color es sutil. Podría ser elegante o vulgar.

Su madre replica al instante:

—¡Gorô hoy va realmente elegante!

Mi cuñado el químico va aún más lejos:

—Ese color da una sensación de ambigüedad, ni caliente ni fría. Tiene dos lados esquivos.

—¿Ambigüedad? ¿Esquivos? ¡Eso recuerda a un camaleón! —exclama Aï.

Su marido se ríe.

—¿Un camaleón? Nunca lo había pensado.

Ofendido, reprendo a Aï:

—¿Quieres decir que soy un camaleón?

La empleada se ríe por lo bajo, mientras Aï me ignora. Su madre se vuelve hacia mí.

—Elegí la corbata pensando que te gustaría. Pero ¿de verdad te gusta ese color?

—Por supuesto que sí. Encuentro ese violeta muy refinado.

Su hija me echa una mirada.

—Señorita, según usted, ¿qué color me sienta bien?

Molesta, me responde:

—Creo que el amarillo le sienta muy bien, shachô.

—¿El amarillo?

—Sí, como la flor de suisen.

—¡La flor de suisen! —nos interrumpe mi madrastra—. ¡Qué coincidencia! Yo tengo en mi casa una vieja corbata azul con esa flor amarilla estampada. Un patrón muy romántico.

¿Suisen? Debe de ser la que me regaló Sayoko la víspera de mi boda.

—Por cierto, Gorô, creo que esa corbata es tuya —dice.

—¿Me has visto llevarla?

—No, pero tu padre no tenía ninguna corbata parecida, así que solo puede ser tuya.

—No la recuerdo —digo, fingiendo ignorancia.

Aï se burla de mí:

—Olvidas muchas cosas, como esos políticos que repiten en las sesiones parlamentarias: «No tengo ningún recuerdo de aquello».

La miro de soslayo como queriendo decir: «Ten cuidado con lo que dices. Tú y tu marido pronto estaréis bajo mi autoridad».

La joven empleada abandona la sala con la bandeja vacía. Bebo el café cargado y despierto finalmente de mi sueño mañanero.

Se hace un silencio. Mi madrastra se endereza en la silla y declara solemnemente abierta la reunión. Con la mirada gacha, Aï y su marido escuchan. Yo ya estoy impaciente.

—Muchas gracias por estar hoy aquí presentes —comienza mi madrastra con tono ceremonioso—. Os agradezco vuestra fidelidad y vuestra contribución al sakaya Kida, que cumplirá sesenta años dentro de tres meses.

Aï, su marido y yo aplaudimos al unísono, tras lo cual se hace de nuevo el silencio.

—Esto es algo notable, teniendo en cuenta que en promedio una sociedad dura, o mejor dicho, se mantiene próspera unos treinta años. Nosotros hemos evitado un posible declive gracias a nuestro propio whisky de alta gama. Apasionado de este alcohol, mi marido invirtió en la destilería durante más de diez años, y tenía toda la razón.

Mi media hermana y mi cuñado la miran sin pestañear. Yo reprimo los bostezos mientras pienso en la joven empleada que me llamó shachô. Es la forma normal de dirigirse a mí, la regla. Sin embargo, ningún miembro de mi familia me da ese tratamiento en la oficina.



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